Caminando hacia nuestro destino.
- ricardopinzon3128
- 23 jun 2015
- 2 Min. de lectura

Si quieres alcanzar tu destino…
1. Acepta que fuimos llamados para entregarle nuestra vida.
Tienes que tomar una decisión: ser un cristiano de clase mundial o un cristiano mundano. Los cristianos mundanos ven a Dios esencialmente como una satisfacción personal. Son salvos, pero orientados hacia sí mismos. Les gusta asistir a conciertos y seminarios enriquecedores, pero nunca los encontrarás en conferencias misioneras porque no les interesa.
Sus oraciones se enfocan en sus propias necesidades, bendiciones y alegrías. Es una fe tipo “yo primero”, se preguntan: ¿Cómo puede Dios hacer mi vida más cómoda? Quieren usar a Dios para sus propósitos más que ser usados para el propósito de Él.
En contraste, los cristianos comprometidos fueron salvados y creados para una misión. Están ansiosos por recibir una asignación particular y se emocionan con el privilegio de ser usados por Dios.
Los verdaderos cristianos son las únicas personas que viven a plenitud en este planeta. Su gozo, su confianza y entusiasmo son contagiosos porque saben que hacen una diferencia. Se levantan cada mañana esperando que Dios trabaje a través de ellos en nuevas formas. ¿Qué clase de cristiano quieres
Ser ? Dios te invita a participar en la causa más grande, más extensa, más diversa y más importante en la historia: su reino.
2. Deja de pensar en ti mismo y piensa en otros.
La Biblia dice: “No sean niños en su modo de pensar: Sean... adultos en su modo de pensar”. Este es el primer paso para convertirte en un cristiano de clase mundial. Los niños sólo piensan en sí mismos; cuando crecen piensan en otros. Dios nos manda:
“Cada uno debe velar no sólo por sus propios intereses sino también por los intereses de los demás”.
Por supuesto, este cambio es difícil porque somos absorbentes por naturaleza y casi toda la propaganda nos anima a pensar en nosotros mismos. La única forma de cambiar este paradigma es dependiendo, momento tras momento, de Dios. Afortunadamente Él no nos deja luchar por nuestra propia cuenta. “Dios nos ha dado su Espíritu. Por eso es que no pensamos de la misma manera que las personas de este mundo piensan”.
Empieza a pedirle al Espíritu Santo que te ayude a pensar en las necesidades espirituales de los no creyentes en cualquier momento que hables con ellos. Con la práctica puedes desarrollar el hábito de pronunciar en silencio “oraciones de aliento” para aquellos que encuentras. Dile: “Padre, ayúdame a entender lo que le está impidiendo a esta persona que te conozca”.
Tu meta es descubrir dónde se encuentran otros en su peregrinaje espiritual y hacer lo necesario para atraerlos un paso más cerca del conocimiento de Cristo. Puedes aprender cómo hacerlo adoptando el pensamiento de Pablo, que dijo: “Procura agradar a todos en todo. No busco mis propios intereses sino los de los demás, para que sean salvos”.
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