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Cultiva la Vida en Comunidad

  • Día 19 _ Una vida con proposito
  • 18 ago 2015
  • 2 Min. de lectura

Todos seguían firmes en lo que los apóstoles les enseñaban, y compartían lo que tenían, y oraban y se reunían para partir el pan.

Hechos 2:42 (DHH)

Cultivar la vida en comunidad requiere humildad.

Nada destruye la comunión tan rápido como la arrogancia, la autocomplacencia y el orgullo empedernido. El orgullo erige murallas entre las personas; la humildad construye puentes. La humildad es como el aceite que suaviza las relaciones y lima las asperezas. Por eso la Biblia dice: “Revístanse todos de humildad en su trato mutuo”. La vestimenta apropiada para la comunión es una actitud de humildad.


El resto del versículo continúa: “Dios se opone a los orgullosos pero da gracia a los humildes”. Este es otro motivo por el que debemos ser humildes: el orgullo bloquea la gracia de Dios en nuestra vida, la que necesitamos para crecer, cambiar, sanar y ayudar a los demás. Recibimos la gracia de Dios cuando reconocemos con humildad que la necesitamos. La Biblia nos dice que ser orgullosos ¡es oponernos a Dios! Es una manera de vivir necia y peligrosa.


Podemos desarrollar la humildad de manera práctica: reconociendo nuestras debilidades, siendo tolerantes con las debilidades de otros, estando dispuestos a ser corregidos y destacando lo que hacen los demás. Pablo aconsejó: “Vivan siempre en armonía. Y no sean orgullosos, sino traten como iguales a la gente humilde. No se crean más inteligentes que los demás”. A los cristianos de Filipos les escribió: “Honren más a los demás que a ustedes. No se interesen sólo en ustedes sino interésense en la vida de los demás”. Filipenses 2:3

La humildad no es pensar menos de sí mismo sino pensar menos en ti mismo. Humildad es pensar más en los demás. Las personas humildes se interesan tanto en servir a otros, que no piensan en sí mismas.


 
 
 

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