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Claves para tener Buenas Relaciones

  • Foto del escritor: ricardopinzon3128
    ricardopinzon3128
  • 19 jul 2016
  • 7 Min. de lectura

Claves para las Buenas Relaciones

Abandonen toda amargura, ira y enojo, gritos y calumnias, y toda forma de malicia. Más bien, sean bondadosos y compasivos unos con otros, y perdónense mutuamente, así como Dios los perdonó a ustedes en Cristo. Efesios 4:31-32 (NVI).

Practicando el perdón Nuestras mayores alegrías y sufrimientos provienen de nuestras relaciones. Desde que abrimos nuestros corazones a otros, estamos abriéndonos a la posibilidad del dolor. El Señor en su Palabra nos advierte que en este mundo lleno de pecadores (incluyéndonos a ti y a mi) tendremos dolor y tendremos sufrimiento (Juan 16:33). Habrá otros que serán hostiles contra nosotros (Salmo 119:157) y en muchas ocasiones nuestros corazones serán heridos. Y es en ese momento donde se hace necesario el perdón.


El Diccionario de la Real Academia Española define la palabra perdón de la siguiente manera: “Remisión de la pena merecida, de la ofensa recibida o de alguna deuda u obligación pendiente”. Cuando perdonamos estamos liberando a otros de una deuda u obligación pendiente contra nosotros, pero, lo que es más importante, estamos obedeciendo a Dios y liberando nuestros corazones de todo rencor y amargura.


No importa cuán duro haya sido, cuan horrendo fue lo que nos sucedió o cuan heridos estemos el llamado que Dios nos hace es a perdonar: “Soportándose unos a otros y perdonándose unos a otros, si alguno tiene queja contra otro; como Cristo los perdonó, así también háganlo ustedes”, Colosenses 3:13.


El evangelio nos ayuda a perdonar El evangelio son las buenas nuevas de salvación para los pecadores, las buenas nuevas del perdón para los transgresores. En Jesús encontramos el mayor ejemplo del perdón. No importa cuán grande sea nuestro pecado en Cristo encontramos perdón para nuestras almas, un perdón que nos salva y un perdón que diariamente está disponible para nosotros. “13 Ustedes estaban muertos a causa de sus pecados y porque aún no les habían quitado la naturaleza pecaminosa. Entonces Dios les dio vida con Cristo al perdonar todos nuestros pecados. 14 Él anuló el acta con los cargos que había contra nosotros y la eliminó clavándola en la cruz.”, Colosenses 2:13-14.


En Romanos 12 podemos encontrar algunos principios que pueden ayudarnos a vivir el evangelio en nuestra práctica del perdón.


Aquí 5 actitudes fundamentales para restaurar relaciones.

1) “Bendigan a los que los persiguen. Bendigan, y no maldigan” (Ro. 12:14). Nuestro llamado como creyentes es alto. El mandato es a bendecir la vida aun de aquellos que nos persiguen, aun de aquellos que nos han hecho daño. Ese es el ejemplo de nuestro Señor. Busca profundizar tu comprensión del perdón de Dios mediante el estudio y meditación de la Biblia. Dios ha sido impresionante y extravagantemente generoso con nosotros. Permita que la gracia estimule en usted un sentido de humildad y gratitud. Lea Romanos 5:8. “(NTV) 8 pero Dios mostró el gran amor que nos tiene al enviar a Cristo a morir por nosotros cuando todavía éramos pecadores.”

2) “No sean altivos en su pensar” (Ro. 12:16b). Sin darnos cuenta, ese es el pensar detrás de la falta de perdón: “Yo nunca haría algo así. Yo soy mejor”. Debemos recordar que así como otros han pecado contra nosotros, así hemos hecho y continuamos haciendo nosotros contra Dios (y, muchas veces, ¡contra otros!). Es su gracia que guarda nuestros pasos porque en nuestro pecado somos capaces de hacer aun las peores cosas.

3) “Nunca paguen a nadie mal por mal” (Ro. 12:17). La respuesta del creyente debe ser hacer el bien a aquellos que le hacen mal. Buscar el bienestar de la otra persona no siempre es fácil, pero contamos con la gracia y el poder de Dios para poder hacerlo. Aprenda a reconocer las señales de un corazón perdonador: Un corazón perdonador descarta la necesidad de castigo, mira al ofensor con bondad y compasión, y elige extenderle su amor.

4) “Si es posible, en cuanto de ustedes dependa, estén en paz con todos los hombres” (Ro. 12:18). Todo creyente debe procurar estar en paz con todos. Nuestro llamado es a hacer todo lo que esté en nuestras manos para procurar la paz en nuestras relaciones. Un detalle importante en este verso: “en cuanto dependa de ustedes”. Necesitamos recordar que no somos responsables de las respuestas del otro, y que no siempre perdón implica reconciliación. Pero en cuanto a nosotros dependa, debemos procurar agotar todos los recursos que tengamos en nuestras manos para procurar la paz.

5) “Nunca tomen venganza ustedes mismos, sino den lugar a la ira de Dios…” (Ro. 12:19). Dios es el único Juez Justo, el único que conoce cada corazón en toda su profundidad. La venganza no es nuestra es del Señor, recordemos que cada uno de nosotros tendremos que rendir cuentas a Dios por cada una de nuestras acciones. Nuestro llamado es a quitarnos del medio y dejar que Él sea el juez. Él es el único justo, y solo Él conoce lo suficiente. Él es el juez, no nosotros. Debemos estar también preparados para aprender a responder bien cuando los sentimientos heridos vuelvan a aflorar. Apóyese en la ayuda del Pastor de pastores para que cambie su corazón. Vuélvase a Él (arrepiéntase), afine su oído a la voz del Pastor (dependa) y ande en sus caminos (obedezca).

Cristo perdonó lo inexcusable en nosotros. Como creyentes debemos perdonar un aquello que consideremos inexcusable. Pidámosle a Dios que nos dé corazones humildes que aprendan a vivir vidas de perdón.


El código Los cristianos tenemos un código por el cual vivimos: la Biblia. También tenemos una familia que intenta vivir el código: la Iglesia. La familia quiere mantener a cada uno responsable por lo que cree. Todo suena tan simple. Pero cuando pensamos que otros miembros de la familia (en especial los que lideran a la familia) no viven bajo ese código, esto puede provocar graves problemas en la iglesia. Y esto lo harán personas que creen con todo su corazón que están honrando a Dios al tratarte de manera deshonrosa.

Esto es un problema particular para los líderes. J. Oswald Sanders dijo una vez: “Una cruz permanece en el camino del liderazgo espiritual, una cruz sobre la cual el líder debe permitir ser clavado”. Realmente me sorprendió descubrir que la cruz por la que debemos permitir ser clavados, a menudo, son los cristianos que guiamos. Ahí, escondida en las esquinas conflictivas de la iglesia local, empezamos a comprender una gloriosa paradoja. Los cristianos nos darán muchas de nuestras más grandes alegrías… pero también pueden convertirse en la cruz en la que debemos permitir ser clavados.

Pero piensa en ello. ¿Por qué deberíamos ser diferentes? Seguimos a un Salvador crucificado, y su cruz fue experimentada de una manera similar. Su mano derecha lo negó, otro lo traicionó, y sus mejores amigos lo abandonaron en Getsemaní. Piensa en la descripción de Isaías: “Despreciado y desechado entre los hombres; varón de dolores, experimentado en quebranto; y como como que escondimos de Él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos. Ciertamente llevó Él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido” (Isaías 53:3-4).

El mundo rechazó a Cristo, pero fueron los religiosos los que gritaron “Crucifícalo” (Marcos 15:13-14). Es gracioso. No estamos acostumbrados a ver la cruz a través del punto de vista de las relaciones, pero parece ser una de las formas más importantes en las que Cristo la experimentó. Pablo también. ¿Te imaginas despertar un día para darte cuenta que, “... todos los que están en Asia [te] abandonaron” (2 Tim. 1:15)? Pablo parecía sufrir ese tipo de abandono todo el tiempo. Era una cruz sobre la cual permitió ser clavado.

Así que, si alguna vez te encuentras bajo el escrutinio de la religiosidad o el abandono de los que te prometieron fidelidad, anímate y mira a tu Redentor. ¡Estás bien acompañado! Y cuando te encuentres secando otra lágrima de tu ojo, preguntándote de nuevo si tendrás la voluntad de seguir adelante, recuerda siempre que, “En tu lucha contra el pecado aún no has resistido hasta la sangre” (Heb. 12:4). Ármate de valor. Jesús fue clavado para que puedas seguir adelante


Cómo Perdonar Cuando Alguien me ha Hecho Daño Sea que se trate de la culpa de otro, o que sea nuestra responsabilidad, Efesios 4:31-32 resume hermosamente cómo podemos tener una conciencia limpia y ser libres para amar y servir a Dios de todo corazón:

Cultive un Corazón de Perdón

En diferentes momentos de nuestra vida nos veremos forzados a realizar la difícil tarea de perdonar.


Aquí cinco pasos que nos ayudarán a practicar el perdón.


1. Primero, comprenda que perdonar es correr riesgos. Incluso, un ofensor arrepentido puede fallarnos de nuevo y tal vez de la misma forma que antes.

2. Segundo, apóyese en Dios. Clame: “Señor: Me apoyo en Ti para que me concedas gracia y fuerza para amar a esta persona que me ha hecho daño y procurar lo mejor para ella.”

3. Tercero, cancele efectivamente la deuda. Mediante la oración, dígale a Dios que usted abandona el derecho de tomar represalias en cualquier nivel solo así podrá dejar atrás toda esa amargura.

4. Cuarto, evalúe si debería o no decirle al ofensor lo que usted ha hecho delante de Dios.

5. Quinto, si es apropiado, verbalmente pídale perdón. Si se arrepiente, la relación personal puede restablecerse a su curso. Si no, puede que la relación personal no sea restaurada; pero al pedir perdón, usted hace su parte y vencerá el mal haciendo el bien. (Romanos 12:21)


¿Qué si no se puede comunicar el perdón? Si usted quiere arreglar las cosas con alguien a quien usted le ha hecho daño, pero esa persona no está a su alcance, permita que el perdón de Dios sea suficiente. Confíe en que Dios intervendrá por usted para aliviar cualquier herida sentimental que usted haya causado. Tal vez ayude confesarle su pecado a un amigo de confianza.

Si la persona está a su alcance pero rehúsa perdonarle, pregúntese: ¿Indica su rechazo que en realidad no me he arrepentido genuinamente? Si delante de Dios usted se ha confesado y vive el dolor que acompaña el arrepentimiento, puede descansar en las evidencias de algo que es genuino, entonces el perdón de Dios es suficiente. También dese cuenta, de que el perdón puede ser un proceso. Tal vez la otra persona necesite tiempo para estar dispuesta a perdonar.

Que la siguiente oración le ayude a empezar su jornada de perdón el día de hoy.

Amado Padre que perdonas: Gracias por tu mayor regalo, tu Hijo Jesucristo, que vino para que pudiéramos ser perdonados. Muchas gracias por tu misericordia. Danos el valor para mostrar esa misericordia y la humildad de pedirla. Cuando hayamos ofendido, haz que seamos prontos para reconocer el error y hacer lo que sea necesario para restaurar esa relación. Y a quienes nos hayan hecho daño, que podamos hacer a un lado todo resentimiento y rencor. Permítenos despojarnos de todo lo que nos impida vivir una vida llena de gracia. Finalmente, que podamos hallar nuestro mayor gozo al conceder a otros lo que ellos no se merecen, y por consiguiente modelar la misericordia que Tú nos has dado y que nos ha hecho libres. En Cristo Jesús, Amén.

Te recomendamos escuchar la enseñanza del domingo 17 de julio de la serie Jesús siempre en los titulares. Publicado originalmente en visionparavivir.org; thegospelcoalition.


 
 
 

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