Conectándonos con Dios ¿Que es la Igleburger?
- ricardopinzon3128
- 20 sept 2016
- 7 Min. de lectura

Mateo 5:6 “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia porque serán saciados”.
Menú 1. Abriendo el apetito Voy a ser sincero, veo mucha gente que “va a la iglesia” como si fuera a un “burger”. Es lo primero que me viene a la mente al ver mi propia vida cristiana y tal vez la de muchos. Seguir a Jesús es lo mejor que podemos hacer, todo un reto que nos motiva a avanzar y a no conformarnos con lo que otros han hecho, pero creo que lo hemos entendido mal, que no somos responsables con lo que se nos ha otorgado.
Le hemos quitado importancia a todo lo que Dios nos ofrece y lo hemos convertido en comida rápida, en un producto que ofrecemos para saciar nuestras necesidades del momento. Llevamos una vida de iglesia acomodada y a gusto del consumidor, una iglesia de la burguesía, hecha por nosotros y para nosotros.
Escuchamos Su Palabra como si fuera una hamburguesa que tiene que saber muy bien, pero poco nos interesa si realmente nos alimentará y será de provecho para nuestras vidas o nos convertirá en obesos espirituales acostumbrados a que nos lo den todo y ahora, y sin quemar ni un gramo de grasa espiritual.
Una iglesia consumista No todo es culpa del que lo recibe, también lo es del que da la Palabra. Algunos predicadores nos han dicho sólo lo que queremos oír. Palabra a la carta, barata, rápida y a gusto del cliente, y siempre acorde con la corriente de este mundo: Tú eres el mejor, Dios quiere cumplir todos tus sueños, tienes que pensar en positivo, reclama lo que es tuyo, 34 pasos para el éxito… y un largo (demasiado largo) etcétera. Los que damos de comer somos responsables del alimento que reciben otros. Nuestra teología se ha abaratado demasiado. Creo firmemente que en el liderazgo están muchas de las raíces del problema y también las soluciones. Nuestras ideas se han empapado del pensamiento de esta época. Algunas de ellas no son malas en sí mismas pero…
Nos hemos acostumbrado a verdades a medias, que no sacian al verdadero buscador y que dejan de lado el mensaje que Jesús vino a enseñar, su cruz, su vida, su misión y nuestra entrega. Personas que, aunque asistimos, lo que conocemos de Dios es lo que dicen las canciones que cantamos y saltamos, o lo que pone en nuestras camisetas; pero que, en la mayoría de los casos, no nos atrevemos a estudiar la Biblia, no la hemos leído entera ni una sola vez, no hemos meditado en ella, ni pasamos tiempo a solas con Dios, pero nos atrevemos a decir “Jesús es mi amigo”. Nuestras vidas no cambian, somos como todos los demás, nos preocupan las mismas cosas, tenemos los mismos intereses y pensamos como este siglo, pero claro, somos cristianos.
Hemos construido toda una cultura de la que nos servimos (creo que eso no es malo en sí mismo), hemos decorado nuestras iglesias, nuestros templos y nuestras vidas. Nos hemos cargado de herramientas, instrumentos, artes, escenarios, luces, humo, show, marketing, estrategias, formas de hablar, música para todos los gustos, “performances”, tácticas, nuevas corrientes culturales, movimientos urbanos, bailes, moda, “mass media”. Toda una carcasa donde hemos puesto todos nuestros esfuerzos. Pero quizás hemos olvidado el contenido. De qué estamos hablando y de qué va esto. Si nos despojáramos de estos disfraces ¿Qué nos quedaría? ¿Qué te quedaría? Pregúntatelo delante de nuestro Dios. Yo lo hago. Además, ¿Qué buscan realmente las personas, aquellos que tienen ganas de descubrir la verdad de Dios y que están ahí fuera esperándonos? La comida basura nos ha invadido, pero creo que aún hay una generación que tiene hambre y sed de justicia. ¿Serás tú uno de ellos?
Menú 2. Cristianos “Fast food” Ahora nosotros somos los dioses. Somos los “King”. Sí, antes, cuando alguien entregaba su vida a Dios, se trataba justamente de eso, entregaba SU vida a DIOS en respuesta a lo que Jesús había hecho.
Todo cambiaba, desde lo más profundo de su ser Al principio, cuando los romanos, si te hacías cristiano te regalaban una entrada para el circo, y no precisamente para ver a los payasos sino para ser devorado por los leones. No estaba de moda, no era “guai” y no lo hacían para sentirse mejor. Tampoco lo hacían para mejorar su calidad de vida como si siendo cristianos les pudiera ir mejor económicamente. En muchos casos eso significaba el final de su vida. Lo hacían simplemente porque entendían que Jesús había muerto por ellos, y que podían, gracias a Él, conocer a Dios. En ese momento sus perspectivas cambiaban, dejarían de vivir para este tiempo y se dedicarían a la eternidad. Muchos mantenían sus trabajos, otros lo dejaban todo, algunos viajaban por todas partes predicando, otros se reunían en sus casas y alababan a Dios juntos, se preocupaban por su ciudad, todos querían agradarle a Él, estaban agradecidos. Dios era el protagonista, no ellos. Las condiciones que les rodeaban no les daban identidad, su identidad estaba en Jesús, su alegría dependía del regalo de Dios, no de las cosas externas.
Ahora nosotros somos los dioses. Parece como si le hiciéramos un favor a Dios (¿!) invitándolo a entrar en nuestro corazón, todo un encuentro romántico, con un Dios desesperado y enamorado de nosotros. Y, una vez lo aceptamos, lo convertimos en nuestro siervo.
Queremos que solucione nuestros problemas, le echamos la culpa si algo nos sale mal. Entra a formar parte de nuestra vida, como algo más, algo que puedo usar, que si no me sirve, incluso lo puedo desechar. Nuestra vida es la gran protagonista y Dios se debe poner en función de nosotros. Este es un paradigma (Paradigma: forma de ver las cosas) peligroso que nos lleva a creer que Dios es un complemento que se añade a nuestra realidad.
Y así, pensamos que Él debe bendecir nuestro trabajo, nuestra salud y nuestra economía, si no, creemos que no es fiel. Son nuestros sueños los que deben hacerse realidad, no los de Él. Nuestros proyectos de vida, no los suyos. Y así Jesús se convierte en un medio para lograr nuestros fines. ¡Qué lejos estamos! ¿Habré usado a Dios? Solo pensarlo me asusta, pero quiero tener ese temor reverente, quiero escudriñarme y descubrir realmente quién soy y qué hago. No digo que Dios no nos ame apasionadamente y que no quiera lo mejor para mí, pero creo que nosotros debemos responder de otra manera. No se trata de mí, yo quiero ser un medio de Él y no al revés.
El egoísmo de nuestra época también está en mí y no quiero ensuciar el evangelio con mi forma de pensar, no quiero usar a Jesús, quiero que Él me use. Para eso debo cambiar muchas cosas, en primer lugar tengo que entender la invitación de Jesús, la verdadera invitación, a qué me ha llamado. Si no, seré un cristiano “Fast food”.
Menú 3. La invitación ¿A qué nos llama Jesús? ¿Qué es lo que espera de nosotros? ¿En qué consiste su invitación? Si somos seguidores de Cristo, si nos consideramos sus discípulos, estas son las primeras preguntas que debemos responder. Si no conocemos bien las respuestas, todo lo que hagamos estará totalmente desenfocado.
Vivimos en una sociedad consumista donde las invitaciones son del tipo: “Compra este coche y verás que bien te sientes…” “Acércate aquí, por mucho menos de lo que imaginas, conseguirás el último grito en”, “Última oferta, no la puedes desperdiciar”.
Se nos demanda nuestra atención, nuestro dinero, nuestro tiempo para conseguir algo que nos hace sentir mejor o satisface alguna necesidad. Con anuncios atractivos nos llaman a acercarnos, a seguir tal o cual producto, y compiten entre ellos por ver cual nos convence.
Y la base para todo esto está en nuestro egoísmo La publicidad aprovecha nuestro deseo de tener más, ser más, sentirnos mejor para que les sigamos, compremos sus productos, o nos apuntemos a algún lado. Usan nuestras ansias de estar por encima de los demás, de superarnos o vanagloriarnos para conseguir sus fines.
Y quizás aprendiendo de esta sociedad, hemos hecho algo parecido en la Iglesia, usamos la vanidad de las personas para acercarlos a Dios (al menos eso creemos). Como si Dios no tuviera atractivo por sí mismo hemos montado todo un lenguaje, unas formas que apelan a nuestro egoísmo para hacernos cristianos, para invitar a la gente a seguir a Jesús.
Porque si te haces “cristiano”: tu matrimonio irá mejor, Dios te sanará, te perdonará, dejarás de tener depresión, serás mejor persona, tus sueños se harán realidad, serás un campeón, vivirás en victoria, tendrás poder para dejar esos malos hábitos que destruyen tu vida, y encima irás al cielo (por supuesto esas personas no querrán ir al cielo porque está Dios, sino porque el cielo es algo bonito y grande). Y todo esto por un módico precio; recuerda que la comida rápida nunca es demasiado cara.
Nos da miedo decir el verdadero precio de lo que ofrecemos, toda una estrategia de marketing. Todo centrado en el yo, una iglesia donde tú eres el “King”, donde todo es para ti, una igleburger.
Sé que si seguimos a Jesús muchas de las cosas que he mencionado ocurren y otras pueden ocurrir, pero no es el motivo por el que la gente debe acercarse. Es cierto que en el Nuevo Testamento mucha gente se acercaba al Mesías para ser sanado, para que le dieran de comer, para solucionar algún problema… pero Jesús nunca invitó a la gente solo para sanarla, o para darles comida, o mejorar su situación familiar o laboral. Por donde Él iba, sanaba, o daba pan, pero nunca rebajaba el precio para seguirle. Su principal invitación era esta: “Arrepentíos, el reino de los cielos se ha acercado”. Mateo 3:2.
Su carta de presentación. El anuncio que salía en televisión y que estaba en los carteles de los muros de las ciudades cuando Jesús las visitaba. El pueblo sabía que Jesús sanaba, pero lo que Jesús decía no era: “Venid que os voy a curar a todos, además no tenéis que darme nada, venid, por turnos, he venido para mejorar vuestra calidad de vida ¿Qué quieres tú? ¿Y tú? Vamos, cuantos más mejor”.
Como si de un circo ambulante se tratara… Nuestro Señor nunca se rebajó. Él siempre dejó claro lo que esperaba de la gente. Es cierto, el evangelio son buenas noticias, es algo bueno, realmente lo mejor que podemos ofrecer a la gente. Pero lo mejor que podemos dar, el verdadero evangelio, el mejor consejo que les podemos ofrecer es: “Arrepentíos” Esa es la invitación primera.
Postre Para El Grupo.
Postre
1. ¿Cómo describirías una iglesia consumista? ¿Podrías ser tú un obeso espiritual? 2. ¿Qué crees que es lo importante, lo central, en el cristianismo? 3. ¿Qué significa qué ahora nosotros somos los “dioses”? ¿Por qué crees que abaratamos el evangelio? 4. ¿Qué diferencia hay entre “usar a Jesús” y “Jesús me usa”? ¿Puedes poner algún ejemplo? 5. ¿Por qué queremos ser cristianos? ¿Por qué queremos conocer a Jesús?
Te recomendamos escuchar la enseñanza del domingo 18 de septiembre de la serie Conectados con Dios.
Te recomendamos escuchar la enseñanza del domingo 18 de septiembre de la serie Conectados con Dios. (Publicado originalmente en Igleburger. Álex Sampedro)
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